Cada vez que la Iglesia católica elige a un nuevo líder, millones de ojos se fijan en un pequeño tubo que sobresale del techo de la Capilla Sixtina. De allí sale el famoso humo, símbolo clave del proceso papal. El humo negro comunica que no se ha llegado a un consenso. El blanco, por el
Cada vez que la Iglesia católica elige a un nuevo líder, millones de ojos se fijan en un pequeño tubo que sobresale del techo de la Capilla Sixtina. De allí sale el famoso humo, símbolo clave del proceso papal.
El humo negro comunica que no se ha llegado a un consenso. El blanco, por el contrario, anuncia al mundo que ya hay nuevo pontífice. Esta tradición se remonta al siglo XIX y fue formalizada a comienzos del siglo XX para evitar confusiones entre los fieles.
Para generar estas señales, se usan dos estufas: una tradicional, usada desde 1938 para quemar las papeletas, y otra, introducida en 2005, que incluye tecnología moderna para producir el color deseado mediante químicos como azufre, resina o lactosa.
El Vaticano se prepara con todo detalle: incluso el tiro de la chimenea se optimiza con calor eléctrico y ventilación. La espera puede ser corta, como en 2013 o 2005, pero la historia también recuerda procesos mucho más largos.












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